HIPERTENSION Y EJERCICIO FISICO
La actividad física aeróbica constituye uno de los principales pilares del tratamiento no farmacológico en pacientes hipertensos. Hay evidencias que demuestran que con la práctica regular de ejercicios aeróbicos, como por ejemplo 30 ó 40 minutos de caminata a paso vivo, 3 ó 4 veces por semana, se puede disminuir la presión sanguínea. Con la práctica de actividad física isotónica, progresiva y sistemática, de 20 minutos diarios, se ha observado una disminución de la mortalidad por causa cardiovascular de un 30%. Por el contrario, individuos sedentarios normotensos tienen entre un 20% y un 50% más de riesgo de desarrollar hipertensión arterial, cuando se los compara con aquellos que se mantienen entrenados.
El beneficio del ejercicio no puede atribuirse solamente a la disminución de la presión arterial, ya que la práctica del mismo modifica favorablemente los lípidos sanguíneos, disminuye la frecuencia cardíaca como reflejo de una menor actividad nerviosa simpática, aumenta las prostaglandinas vasodilatadoras, disminuye la actividad renínica plasmática y mejora la sensibilidad a la insulina.
La conciencia del cuidado corporal hace que quienes practican ejercicios físicos cumplan con un adecuado régimen alimentario, de bajo consumo de alcohol y grasas. Además, la sensación de bienestar atribuida al aumento de las endorfinas provocadas por el ejercicio, trae aparejado una mejor calidad de vida.
Por todo lo antepuesto, no parece haber razón para limitar la práctica de la actividad física aeróbica en pacientes con hipertensión arterial leve a moderada. Solamente aquellos con enfermedad cardiovascular u otros problemas serios de salud necesitan una evaluación más profunda antes de comenzar un entrenamiento, que en algunos casos debería estar supervisado médicamente.
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